Si existe un país hacia donde el mundo del vino orientará, o ha orientado ya, su mirada ese es China. No en vano, en el ranking de facturación por compra de vino en el mundo en 2015, el gigante asiático se situó en la segunda posición, detrás de Estados Unidos, con 28.832 millones de euros, de los 219.669 millones que se gastaron en todo el planeta. Como dato significativo, Francia, país que presume de ser el adalid vinícola por excelencia, ha descendido su facturación y su consumo, quedando en la cuarta posición del ranking al que anteriormente hacíamos alusión, con una facturación de 23.249 millones de euros. Curiosamente, Italia se sitúa en el podio de honor, sólo detrás de EEUU y China, con una facturación de 25.560 euros.

Para los amantes de los datos, nuestro país, España, ocupó la octava posición, con una facturación de 6.454 millones de euros. Como vemos, tenemos por delante un largo camino hasta codearnos con nuestros queridos vecinos del noreste.

Pero, ¿qué pensarían si les decimos que España es el tercer productor de vino del mundo? Pues sí, España produce al año 40.500 millones de hl. y sólo Italia con 41.580 hl. y Francia con 49.633 hl. le superan. Como ven, la diferencia en producción no es tan grande como la diferencia en facturación. Pero es que además, los italianos y los franceses nos dan un revolcón impresionante en la comercialización del vino allende sus fronteras. 

Dice un dicho popular: "No te vayan a engañar como a un chino". Esta antigua expresión, que tiene su origen en un lejanísimo 1.875, cuando Perú e Inglaterra enviaron barcos a China para reclutar mano de obra para las minas de oro, prometiendo buenos salarios y cuando los chinos, atraídos por aquella oferta llegaban al Perú, observaban atónitos que eran enviados a las Islas Chincha, a trabajar en las minas de guano en condiciones de semiesclavitud, ha quedado obsoleta. Y es que hoy día no es tan fácil convencer a un chino ni con la verdad. Son demasiados años escuchando que el verdadero glamour está en el vino francés y ese honor que luce Francia será difícil de arrebatar.

Sin embargo, comentan los gurús del vino que el principal problema que tiene España es que no sabe venderse como marca, que nos falta ese carácter emprendedor necesario para convencer a los grandes mercados.

Sí amigos, en España vamos a lo nuestro, o mejor dicho, cada uno a lo suyo. ¿Para que voy a crear una marca, para qué voy a diseñar un agresivo plan de marketing, para qué me voy a molestar en viajar a los paises donde está el Dorado si puedo vender toda mi producción a granel?

Y ahí está el problema, en que antes del orgullo de crear una marca y llegar a competir con Francia e Italia, muchas D.O. españolas se apuntan a lo cómodo y seguro. Después, Francia e Italia, con el fruto de nuestra tierra, se apuntan el glamour de disponer del mejor vino de calidad, cuando en realidad gran parte del que comercializan nos lo han comprado a nosotros a granel.

Es difícil combatir a la idiosincracia y la de España está muy arraigada. No obstante, mantendremos la esperanza de que en el futuro saquemos a relucir nuestro orgullo español, que es mucho, aunque cuesta sacarlo a relucir.

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